martes, 2 de diciembre de 2014

Desde el café La Habana

Sobre la calle de Bucareli, esquina Morelos, se encuentra aún el Café La Habana. Conocido porque ahí han departido afamados periodistas y escritores; entre ellos, nuestro querido poeta. Y ha dejado testimonio. Desde su llegada a México, Juan Cervera lo frecuentó. Conocidos son sus poemas a la calle de Bucareli, donde vislumbró y entretejió los tiempos y los pasos de la historia mexicana. En dicho café, cuentan, se le veía en la postrimería de los años sesenta, en los años setenta, ochenta y hasta los noventa. Ahí gastó gran parte de las monedas de su vida: los amigos, las tazas de café, y los boletos de la lotería. Ahí se le vio con algunos exiliados españoles, con Don Ermilo Abreu Gómez, con los jóvenes llamados a sí mismos Infrarrealistas... y solo, muy solo, pensativo, soñador.


Fachada del Café La Habana
Interiores del Café La Habana












Traigo esto a colación por un poema inédito que Juan Cervera escribió "Desde el café la Habana". He aquí su transcripción y unas fotos de su manuscrito. En dicho manuscrito, no viene la fecha de escritura. 



DESDE EL CAFÉ LA HABANA

Abro los ojos
                        en el café la Habana
de la ciudad de México,
cuando la prima noche del sábado se acalla
y en la televisión no sé qué ocurre
y el tiempo tiene nombre de riachuelo.
Miro a los parroquianos.
                                       Siento
que los conozco a todos de otras vidas.
Las cucharillas del café, lejanas,
tintinean. Se oye
un sonido de platos.
Conversaciones a media voz.
Por Bucareli pasa un camión de pasajeros.
Un taxi con la bandera levantada.
La música, una música,
me trasporta a la dimensión desconocida.
Vengo de un tiempo de oro y miel.
Me detengo en los tarros del azúcar.
Pienso.
            Pienso.
Hados y dados caen sobre mi mesa,
donde la sal me dice que ella existe.
El vendedor de lotería me ofrece un 13 salvador.
Pero hoy yo estoy en contra del azar.
Cosa rara sin duda. Muy rara. Yo diría que rarísima.
La noche avanza sombra a sombra.
Mi corazón se incendia…
                                               La muchacha
que me sirve el café
me despierta un rumor de adolescencia
en la memoria viva de la sangre.
Se desdobla en mis dedos una servilleta
donde lo blanco habla con lo verde,
donde lo verde sueña con lo rojo.
Nace un poema a pesar mío.
Sigue su curso misterioso.
Se oye un encendedor, una llamita
flamea por un instante.
                                               Pienso
en un bosque del Sur.
Alguien habla conmigo interiormente.
Entre paréntesis, mis ojos,
sueñan botellas y sandías.
En los espejos se reflejan rostros y letras escarlatas.
Aquel que fui y que no recuerdo
trata de recordar y fija el alma,
con la ayuda secreta de mis ojos,
en cien faroles amarillos.
Es una tarde diferente.
Digo un crepúsculo, una noche.
Descubro que no es sábado.
Es un día de fiesta entre semana.
Por la calle Morelos un vendedor oscuro
de periódicos pregona una noticia,
que al parecer a nadie le interesa.
Huele a café de pronto.
                                   Un fuerte olor
que me penetra el corazón.
“Esto es vivir”, me digo.
Y en el café la Habana
descubro que está el centro del universo
esta noche de ojos invisibles.
Me ven.
Presiento que me ven.
Un hombre lee. Solo.
El vendedor de lotería
se empeña en alterar su intenso sino.
Él no quiere. Gozar parece en su dolor
de tierra ausente. Calla. Sueña.
La acción prosigue sin embargo.
Ah el reloj, ah el reloj.
Las horas se me han ido
por Bucareli y por Morelos.
Tú ya sabes.
Pago mi capuchino, un café grato y espumoso,
y camino despacio… hacia Reforma.
Dios que amanece hacia tus labios.
Y octubre, noche, luna y cielo claro,
día de fiesta entre semana,
busca eternizarse, alta ilusión,
en el café La Habana
                                   y en tus brazos
al tiempo, oh tiempo, tiempo,
que sabe a luz remota
allá en la carne donde habito
mientras me sueño muerto para siempre
bajo la sombra infín de los almendros.
En el café La Habana de la ciudad de México
abro los ojos de repente…
                                   ¡Calla!
                                               ¡Calla!

Juan Cervera Sanchís

Desde el Café La Habana

Desde el Café La Habana

  

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