Sobre la calle de Bucareli, esquina Morelos, se encuentra aún el Café La Habana. Conocido porque ahí han departido afamados periodistas y escritores; entre ellos, nuestro querido poeta. Y ha dejado testimonio. Desde su llegada a México, Juan Cervera lo frecuentó. Conocidos son sus poemas a la calle de Bucareli, donde vislumbró y entretejió los tiempos y los pasos de la historia mexicana. En dicho café, cuentan, se le veía en la postrimería de los años sesenta, en los años setenta, ochenta y hasta los noventa. Ahí gastó gran parte de las monedas de su vida: los amigos, las tazas de café, y los boletos de la lotería. Ahí se le vio con algunos exiliados españoles, con Don Ermilo Abreu Gómez, con los jóvenes llamados a sí mismos Infrarrealistas... y solo, muy solo, pensativo, soñador.
Fachada del Café La Habana |
Interiores del Café La Habana |
Traigo esto a colación por un poema inédito que Juan Cervera escribió "Desde el café la Habana". He aquí su transcripción y unas fotos de su manuscrito. En dicho manuscrito, no viene la fecha de escritura.
DESDE EL CAFÉ LA HABANA
Abro
los ojos
en el café la Habana
de
la ciudad de México,
cuando
la prima noche del sábado se acalla
y
en la televisión no sé qué ocurre
y
el tiempo tiene nombre de riachuelo.
Miro
a los parroquianos.
Siento
que
los conozco a todos de otras vidas.
Las
cucharillas del café, lejanas,
tintinean.
Se oye
un
sonido de platos.
Conversaciones
a media voz.
Por
Bucareli pasa un camión de pasajeros.
Un
taxi con la bandera levantada.
La
música, una música,
me
trasporta a la dimensión desconocida.
Vengo
de un tiempo de oro y miel.
Me
detengo en los tarros del azúcar.
Pienso.
Pienso.
Hados
y dados caen sobre mi mesa,
donde
la sal me dice que ella existe.
El
vendedor de lotería me ofrece un 13 salvador.
Pero
hoy yo estoy en contra del azar.
Cosa
rara sin duda. Muy rara. Yo diría que rarísima.
La
noche avanza sombra a sombra.
Mi
corazón se incendia…
La
muchacha
que
me sirve el café
me
despierta un rumor de adolescencia
en
la memoria viva de la sangre.
Se
desdobla en mis dedos una servilleta
donde
lo blanco habla con lo verde,
donde
lo verde sueña con lo rojo.
Nace
un poema a pesar mío.
Sigue
su curso misterioso.
Se
oye un encendedor, una llamita
flamea
por un instante.
Pienso
en
un bosque del Sur.
Alguien
habla conmigo interiormente.
Entre
paréntesis, mis ojos,
sueñan
botellas y sandías.
En
los espejos se reflejan rostros y letras escarlatas.
Aquel
que fui y que no recuerdo
trata
de recordar y fija el alma,
con
la ayuda secreta de mis ojos,
en
cien faroles amarillos.
Es
una tarde diferente.
Digo
un crepúsculo, una noche.
Descubro
que no es sábado.
Es
un día de fiesta entre semana.
Por
la calle Morelos un vendedor oscuro
de
periódicos pregona una noticia,
que
al parecer a nadie le interesa.
Huele
a café de pronto.
Un fuerte
olor
que
me penetra el corazón.
“Esto
es vivir”, me digo.
Y
en el café la Habana
descubro
que está el centro del universo
esta
noche de ojos invisibles.
Me
ven.
Presiento
que me ven.
Un
hombre lee. Solo.
El
vendedor de lotería
se
empeña en alterar su intenso sino.
Él
no quiere. Gozar parece en su dolor
de
tierra ausente. Calla. Sueña.
La
acción prosigue sin embargo.
Ah
el reloj, ah el reloj.
Las
horas se me han ido
por
Bucareli y por Morelos.
Tú
ya sabes.
Pago
mi capuchino, un café grato y espumoso,
y
camino despacio… hacia Reforma.
Dios
que amanece hacia tus labios.
Y
octubre, noche, luna y cielo claro,
día
de fiesta entre semana,
busca
eternizarse, alta ilusión,
en
el café La Habana
y en tus
brazos
al
tiempo, oh tiempo, tiempo,
que
sabe a luz remota
allá
en la carne donde habito
mientras
me sueño muerto para siempre
bajo
la sombra infín de los almendros.
En
el café La Habana de la ciudad de México
abro
los ojos de repente…
¡Calla!
¡Calla!
Juan
Cervera Sanchís
Desde el Café La Habana |
Desde el Café La Habana |
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